
El hombre nuevo del siglo XXI
¿Dónde está Dios?
Dios está en el corazón del hombre: ¿Cómo hablar de Dios hoy?, ¿cómo podríamos decírselo al hombre de hoy, a ese hombre nuevo y distinto del siglo XXI? De nuevo la clave: Seguimos tus huellas, las de Jesús. ¿Y dónde están sus huellas hoy?
Hoy, como siempre, en el hombre, en el hombre nuevo. Fíjate que Jesús siempre habla del nombre nuevo, que es justamente aquel a quien queremos mostrar y llevar a Dios. Debemos admitir que el mundo nuevo lo hace siempre el hombre nuevo. Lo que hace que yo sea viejo no es la edad, sino lo que no tengo de humano, por ejemplo anclarme en el pasado y no mirar hacia adelante. Lo humano, el hombre que soy, siempre es un hambriento de novedades, siempre.
Por eso, el hombre que pone como argumento sus ochenta años para que no le cambien las cosas, es sospechoso. Este tiene un espíritu viejo. Hay que enterrar el hombre viejo para que crezca el hombre nuevo constantemente en nosotros. El siglo XXI ya está aquí, lleno de novedades, y lo que nos sigue caracterizando es la inquietud, siempre buscamos lo nuevo.
Peregrino del más allá
En la portada de un libro que se llama La historia de Occidente, de Van der Meer, aparece un medallón con el retrato de San Agustín. En el medallón se ve un hombre a lomos de una burra. Es San Agustín haciendo el camino de Tagaste hasta Milán. El hombre camina siempre. Y San Agustín, por el hecho de caminar, se iba a encontrar, sin saberlo de antemano, con San Ambrosio, quien provocaría su conversión.
En la inscripción podemos leer: “el hombre occidental siempre camina hacia adelante, no siempre hacia lo mejor, pero siempre hacia lo bueno y nuevo”. Es decir, no se camina porque se nos asegure un camino de rosas, sino porque el caminar siempre nos lleva al éxito, a la sorpresa, a lo nuevo. Esa es la aventura de la fe, de la que seguiremos hablando los próximos días.
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